La novia perfecta by Stephanie Laurens

La novia perfecta by Stephanie Laurens

autor:Stephanie Laurens [Laurens, Stephanie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2005-03-01T05:00:00+00:00


Capítulo 13

CARO descansaba al lado de Michael, llena de felicidad. Su duro cuerpo, sus pesados músculos y aún más pesados huesos, se apoyaban contra la cama; ella no creía haberse sentido jamás tan cómoda, tan… sencillamente dichosa.

Tan conectada, físicamente y de toda otra manera, con ninguna otra persona en su vida.

Un estremecimiento de excitación aún la recorría; los efectos posteriores de gloria que había experimentado aún se deslizaban por sus venas, dejando un indescriptible rastro de júbilo tras de sí.

Entonces, esto era la intimidad. Algo mucho más profundo de lo que había imaginado. También algo mucho más… primitivo fue la palabra que le vino a la mente.

Sonrió; no estaba dispuesta a protestar.

Durante largos minutos permanecieron sencillamente entrelazados, atrapados el uno en brazos del otro, ambos conscientes de que el otro estaba despierto y, sin embargo, ambos con la necesidad de recuperar su aliento, mental y físico. Lentamente, la conciencia de que él había adivinado su secreto, que lo sabía y lo comprendía, se infiltró.

Mirando hacia el cielo raso, ella buscó las palabras, algo adecuado para decir; finalmente, sólo dijo lo que sentía. La cabeza de Michael estaba reclinada en su hombro. Suave, casi tentativamente, pues estas tiernas caricias eran todavía algo nuevo para ella, despeinó sus cabellos con los dedos.

—Gracias.

Él suspiró profundamente. Su pecho aplastó sus senos; movió la cabeza y le besó el hombro.

—¿Por qué? ¿Por el mejor momento de mi vida?

Entonces era un político incluso en la cama. Ella sonrió, cínicamente.

—No tienes que fingir. No soy especialmente… —Le faltaron las palabras; sólo hizo un gesto vago.

Él levantó sus hombros, tomó su mano y la reclinó para poder mirarla a los ojos. Miró dentro de ellos, luego llevó su mano a los labios. La volvió y la besó ardientemente en la palma, mirándola a los ojos mientras lo hacía, y luego mordió suavemente la base de su pulgar.

Ella se sobresaltó. Advirtió que aún estaba duro y sólido dentro de ella… no… estaba de nuevo duro y sólido dentro de ella. Desconcertada, sin estar completamente segura, se centró de nuevo en sus ojos.

Su sonrisa no era graciosa, más bien prudente.

—No sé cuál sería el problema de Camden, pero como bien puedes sentirlo, yo evidentemente no sufro de él.

En cuanto más pensaba en ello, más obvio le resultaba.

Como para demostrárselo aún mejor, se movió un poco, meciéndose. Los nervios que un momento antes parecían muertos de agotamiento recobraron la vida.

Se movió sobre ella otra vez, acomodando sus antebrazos a cada uno de sus costados.

—¿Recuerdas —continuó meciéndose suavemente— lo que dije antes acerca de tomarme dos horas?

Algo sorprendida, con la boca seca otra vez, para su considerable asombro, su cuerpo respondió, ardiente, ávidamente, al suyo, a la promesa que había en aquel suave momento repetitivo y en la realidad dura como una roca que cabalgaba dentro de ella. Se humedeció los labios, se centró en sus ojos.

—¿Sí?

Sus labios se fruncieron; él los bajó a los suyos.

—Pensé que debía advertirte, estoy pensando tomarme tres.

Y lo hizo. Durante tres horas llenas de felicidad, la



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